sábado, 21 de febrero de 2009

LA ESCANDALOSA "LANCHADA" DE 1938 Y SUS CONSECUENCIAS

Durante el régimen del ilustre presidente radical de Chile, don Pedro Aguirre Cerda, cabeza de la coalición de gobierno conocida como "Frente Popular" y que agrupaba a los partidos de la izquierda, el Ministerio de Agricultura estuvo controlado desde 1938 por dos influyentes judíos: el ministro radical Abraham Ortega y el subsecretario Joselín de la Maza. Sus apellidos le dieron nombre al famoso proyecto de colonización judía denominado "Plan Ortega-De la Maza", que para nosotros es uno de los hechos históricos más descarados y elocuentes en torno al desarrollo de las pautas de cumplimiento del infame Plan Andinia o "Nai Judá", como fue denominado entonces, llegando a ser denominado por sus detractores como la "Lanchada de 1938".

Hoy en día, después de revisar acontecimientos históricos como el que indicamos, cuesta creer que aún existan algunos cabezaduras e insensatos que se resistan a creer en la existencia del Plan Andinia, aludiendo a supuestas motivaciones antisemíticas o "chauvinismos", esa palabra tan frecuente e ignorantemente utilizada. Sin embargo, el control de los medios de comunicación y de la documentación histórica ha colocado este oscuro hecho de nuestros anales en el olvido, a pesar de la impresionante audacia y caradura con que tuvo lugar. Algo comparable solamente al proyecto públicamente anunciado por Raúl Alfonsín, cuando pretendía traer directamente colonos judíos al Sur de Argentina. En Chile, sin embargo, no sólo el plan fue concretado, sino que además, se hizo en forma sumamente pública, sin velos, de modo que los hechos han quedado registrados y forman parte de lo que hoy gente como nosotros reúne entre las pruebas del proyecto de fundación de la Nueva Israel en Sudamérica.

Lo que relatamos a continuación, entonces, además de ser una prueba contundente es un episodio de nuestra historia que nos hemos propuesto rescatar del olvido.

El Frente Popular de Aguirre Cerda, que llegó al poder en 1938 gracias al sufragio de los cerca de 15.000 votantes nazistas que apoyaron a la coalición, luego de los incidentes de la Masacre del Seguro Obrero (tras la cual, Carlos Ibáñez del Campo, apoyado por nazistas y nacionalistas, retiró su candidatura para incrementar las fuerzas de Aguirre Cerda y vencer al candidato Gustavo Ross Santa María, ministro del Presidente Alessandri, que ordenó la masacre), estuvo dominado desde el primer momento por la oscura presencia de agentes judíos que operaban incluso con nombres falsos, a veces con doble militancia: de izquierda y como agentes de la CIA. Por ejemplo: Montero, el director del diario "Frente Popular", era en realidad un judío peruano llamado Eudocio Ravines. Miguel Serrano nombra a una serie de estos agentes judaicos en su obra "Adolf Hitler, el Último Avatara" y en las "Memorias de Él y Yo, Volumen IV", ya que, como ex-simpatizante del Frente Popular, conoció de cerca la situación de espionaje e infiltración.

Abraham Ortega y Joselín de la Maza eran sólo unos más de los invitados de piedra, pero colocados en un cargo estratégico. El Plan Ortega-De la Maza tenía al momento de ser propuesto, en 1938, líneas de acción sencillas: fomentar la migración masiva de judíos para propósitos de colonización y trabajos agrícolas. La idea era repetir en Chile la experiencia anterior, llevada con notable éxito con la llegada de colonos yugoslavos y especialmente alemanes al Sur de nuestro país. Se proponía que inmigrantes judíos podrían llegar a representar los mismos beneficios para las regiones rurales, especialmente las australes y se ponía como ejemplo el caso de las migraciones masivas de los mismos a Argentina. Se les proporcionaría, como incentivo, un pequeño subsidio y las condiciones para que se establecieran como agricultores de áreas contempladas dentro del plan de colonización.

Pues bien: 60.000 judíos de origen aschkenazi ingresaron a Chile en un plazo de casi dos años, haciendo notar tan fuertemente su presencia que, incluso, hubo algunos roces con la comunidad judía sefardí que vivía en Chile desde tiempos coloniales, ya que las rivalidades entre estos dos grupos judaicos son bien conocidas. Era por cierto, el periodo más caliente del plan de fundación del Estado Israelí (concretado sobre suelo palestino diez años después) y aún hacía eco entre algunos judíos la idea de la escuela de Pinsker y Hirsch, intelectuales judíos que concebían el proyecto sionista de fundación de su Estado propio en Sudamérica, especialmente en la Patagonia.

Precisamente en 1938, cuando se daba inicio al Plan Ortega-De la Maza, en New York el dirigente judío Joseph Hefter hizo imprimir y repartir miles y miles de folletos entre los judíos neoyorquinos y sus propios amigos, como parte de su campaña para promover la migración de judíos a Chile, ya que nuestro país había sido declarado abiertamente por la judería internacional con sede en Estados Unidos, como el corazón y lugar ideal para la fundación de un Nuevo Estado de Israel, que aún no existía en Palestina. Este increíble suceso está documentado por archivos de la época y los judíos que hoy niegan la existencia del Plan Andinia nunca hacen referencia a este episodio histórico. También quedó registrado en una edición del 6 de mayo de 1942 de la revista argentina "Mundo Israelita", distribuida entre la comunidad judía, especialmente la bonaerense. En dicha edición se reafirma que, efectivamente, Chile fue elegido tres años antes para la fundación del Estado de Israel en Sudamérica, denominado por el redactor como la "Nai Juda" (Nueva Judá), destacando también la importancia de Hefter en la divulgación de este proyecto diabólico. Estos documentos deben estar disponibles aún en archivos bibliotecarios y hemerotecas de Argentina. Chile estaba, ya entonces, en la mira del Plan Andinia, y era el proyecto de Ortega y de la Maza la consolidación de uno de los planes más importantes en la realización del proyecto sionista.

Jamás se supo de uno sólo de estos judíos que se establecieran el los terrenos agrícolas señalados, y menos que se desempeñaran en actividades del rubro agropecuario. Nada de eso. Algunos de ellos fueron reconocidos más tarde en labores de comercio especulativo, como es tradicional entre los mismos, especialmente con productos de primera necesidad. Sin embargo, ¿dónde quedaron los otros?. Estamos hablando de una cantidad exorbitante de familias que, en condiciones de alojamiento convenientes, perfectamente podrían haber doblado o hasta triplicado su número en un lapso relativamente corto de tiempo, posteriormente a su llegada... Misterio absoluto.

Los judíos "agricultores" que se instalaron en la capital violaron descaradamente la legislación y las condiciones que se les habían solicitado a cambio de su derecho a establecerse en Chile, con nacionalidad incluida. Así, la mayor parte de los que viajaron hasta Santiago instalaron con enormes capitales grandes industrias de productos como muebles, margarina, refinerías de grasa y otros. ¿De dónde provenían estos recursos? ¿Eran parte de sus "bienes" traídos como inmigrantes? ¿O era parte del generoso subsidio que recibían, precisamente, para trabajar en lo que no trabajaron?. Familias judías tradicionalmente ligadas al poderío económico chileno, deben su actual presencia a algunos de estos patriarcas "agricultores" que llegaron en masa a Chile, como los clanes Abeliuk, Ergas, Yakob, Platowsky y Levy. Las industrias judías, al parecer por un resquicio derivado de las facilidades en las franquicias tributarias como "colonos", no pagaban impuestos y funcionaban incluso sin declarar las patentes municipales que le eran exigidas a los empresarios chilenos del mismo rubro, por lo que les fue fácil apoderarse de los sectores del mercado donde cara una se desempeñaba. Las denuncias de los empleados de estas fábricas por abusos abundaban, pero jamás fueron atendidas. Esto se puede verificar investigando sobre los medios de comunicación impresos de la época.

Hacia 1940, los judíos que permanecían residiendo en Chile publicaron acá un virulento semanario internacional llamado "Mundo Judío", en cuyos contenidos se hacía tan claro que se estaba persiguiendo la creación de un nuevo Estado de Israel en Sudamérica (del mismo modo que lo estaban haciendo en Palestina) que, dos años más tarde, el recordado periódico del nazismo chileno titulado "Trabajo", realizó la que probablemente sea la más antigua referencia crítica a la existencia de algo parecido a un plan conspirativo, que más tarde sería llamado Plan Andinia. Una edición de ese año decía en su contratapa lo siguiente:


"Nuestra América y, en consecuencia, nuestra querida Patria, no se ha salvado de esa plaga de langostas. Quejumbrosos, serviles, rastreros, llegaron, no hace mucho, a Chile los primeros grupos de judíos. Daba lástima oírlos, pero causaba cierta inquietud mirarlos. Hoy, enardece la dignidad de patriota el oírlos y da náuseas mirarlos. Los señores judíos ya consideran a Chile como componente de "su mundo" y ellos se sienten ya los regidores de los destinos de esta tierra; además, no vacilan en aplicar, abiertamente en muchos casos, la ley de su "Torah"."

"Se publica en nuestra capital un semanario judío-internacional llamado "Mundo Judío", un periódico destinado, en realidad, formar un Estado Judío dentro del Estado Chileno (vieja y conocida política de Israel). Desde luego, no debe pasar desapercibido un nombre tan sugestivo como el del semanario citado, pues, encontramos en "Mundo Judío" encerrada una de las principales enseñanzas del "Sanhedrín": "Donde quiera que se establezcan los hebreos, es preciso que lleguen a ser amos..." (Tal. Bal. Sanhed. F.104, c.1), o sea, como los judíos están repartidos por todo el mundo, el mundo tiene que llegar a ser judío."

De esta ola de inmigrantes judíos se recuerda también la instalación masiva de los primeros hoteles en barrios famosos por sus prostíbulos, en pleno centro de Santiago. Estas casas de remolienda ("de tamborileo y huifa", fueron llamadas) comenzaron a ser paulatinamente propietadas por los más "pobres" de moral entre los judíos recién llegados y, en pocos años, la mayoría de las mismas les pertenecían, llegando a operar con permisos legales municipales incluidos. Un escándalo de "trata de blancas" destapado en el Servicio de Investigaciones de Chile, a principios de los años '40, culminó con la expulsión sumarial de una serie de funcionarios; TODOS ellos eran judíos o "israelitas", como les llamó tímidamente la prensa oficial. Esto también es verificable revisando la prensa de la época, lamentablemente para nuestros detractores.

El voto de estos "chilenos nuevos" les permitió llevar a sus propios parlamentarios al Congreso Nacional, lo que a la larga les dio un poder e influencia increíbles. Los chilenos, poco familiarizados con tal número de judíos y siempre asiduos a poner apodos o sobrenombres, los comenzaron a llamar los "jacoibos".

Se puso en práctica, también, la vieja costumbre judía de fomentar el casamiento de sus hijas con personajes no judíos del ambiente político, administrativo o empresarial del país, conquistando así simpatías e influencias, además de un rápido ascenso a las clases aristócratas que controlan las sociedades.

El diario "Trabajo" denunciaba, en 1942 a propósito de la arrogancia de los recién venidos:

"Estos caballeros, que cuando están perseguidos tocan el risco de la "igualdad" y cantan las "bondades de la democracia" que ellos manejan, no aceptan ni muertos juntarse con los NO-JUDIOS. Así, de esta manera, gracias a influjos obtenidos por sus mandatarios en el Congreso Nacional, los judíos Bergam, Faivovich, el ex-diputado Fuenzalida, casado con una judía, han logrado construir un cementerio particular en el pueblo de Conchalí."

La colonización judía de la Lanchada fue, además de un complot, un negocio descarado.
Sorprendentemente, en 1940 fueron los nazistas chilenos los que denunciaron la acción inescrupulosa de algunos funcionarios de Gobierno que estaban haciendo todo un negociado con las visas de los judíos que pretendían entrar al país, a cambio de fuertes sumas de dinero que estaban lejos, muy , muy lejos de lo que podríamos creer disponible entre gente que se postula a un plan de colonización normal. Esto trajo como consecuencia que, en 1955, el Ministro de Interior del Gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo, el señor Sergio Recabarren, al descubrir la existencia de una enorme cantidad de decretos de nacionalización de judíos que habían postulado al plan de inmigración, permitió la entrada de miles de nuevos "colonos" de este origen, los que, como era de esperar, desaparecieron en las tierras principalmente australes sin que jamás se les viera empuñando un arado, como se suponía en el proyecto. Es digno de comentar que el señor Recabarren, curiosamente, había sido un abogado también salido de las filas del nazismo chileno. La influencia pro-judía podría haber provenido entonces (lamentablemente tenemos que decirlo) a través del propio Presidente Ibáñez del Campo, dada su reconocida militancia masónica y, por ende, pro-judaica. Ello explica también su disposición para traer a Chile a la misión norteamericana de la compañía de capitales judíos "Klein & Sacs", que con el pretexto de dar solución a la grave situación económica de nuestro país, llegaron a trabajar entre 1955 y 1956 en una reforma financiera que acabó empeorando las cosas y arrastrándonos a un desastre mayor (treinta años más tarde, otro general masón en el poder, Augusto Pinochet, volvería a cometer el mismo error garrafal al poner la economía chilena en manos de los representantes de la "Escuela de Chicago", del judío Milton Friedman).

En 1957, veinte años después del inicio del Plan Ortega-De la Maza, las logias mundiales de la masonería habían acordado "una coexistencia pacífica con el comunismo", lo que en Ibáñez se reflejó con el apoyo dado al judeo-masón socialista Salvador Allende Gossens, quien ya por entonces comenzaba a presentarse en las elecciones presidenciales hasta ganar, en 1970, produciendo después uno de los desastres políticos más grandes que ha experimentado nuestro país a lo largo de su historia. Podríamos especular, entonces, que Allende y el Gobierno de la Unidad Popular pudieron estar influidos por la presencia de agentes judíos y masones del Plan Andinia, o que hasta formaron parte del mismo. Ello explicaría no sólo la cantidad de judíos que participaron de los ministerios y directorios de la Unidad Popular (Baythelman, Vega, Klein, Cholchol, etc) sino que, además, la oscura y tutelar participación que tuvo un misterioso organismo llamado FIS (Frente de Izquierda Sionista) en la fundación de la Unidad Popular y la llegada de Allende al poder.

De esta manera fue como, en 1938, fue ejecutada una de las migraciones masivas más importantes en el avance del Plan Andinia con respecto al desarrollo de los hechos en torno a nuestro país. El Plan Ortega-De la Maza ha sido olvidado, tal vez, pero el daño que le causó a nuestra nación está entre los más importantes de su historia, al poner al Chile en la mira de los pioneros de la Nai Judá en Sudamérica. Convivir y revisar nuestros errores históricos, fuera de toda vergüenza y admitiendo nuestras profundas ingenuidades como pueblos ajenos a la zorra astucia del enemigo, nos daría una infinita cantidad de mayores beneficios que intentar taparlos con el pie, mientras exista el riesgo de repetirlos... Sino, recuérdese el proyecto de mediados de los '90 del empresario masón Manuel Feliú, marioneta del poderoso judío Daniel Platowsky, quien pretendía traer a Chile una oleada de judíos "sabios" rusos para colonizar el Sur, haciendo sonar un nuevo eco del Plan Ortega-De la Maza.
Gentileza de E.H.